En nuestro noveno día en Guate nos dirigimos al sur con destino al Auto Safari Chapín. Pero antes de llegar al destino de paseo, primero atravesamos un valle de sombra.
Camino al Auto Safari atravesamos la devastación que dejo el Volcán de Fuego el año pasado.
La vida y el tiempo en esta tierra son tan… lineares. Aquí íbamos nosotros camino a un lugar de diversión y teníamos que pasar por este tramo de sombra, dolor y tragedia. Del verde abundante de la vegetación que crece a los lados de la carretera, al trajín de camiones y grúas acarreando roca y acero para restaurar el pasaje y de repente uno se enfrenta con este tramo cubierto en arena negra. La desolación y el silencio que se siente —aún en medio del bullicio de la construcción y el tráfico— pintan escenas de contraste. Es como si la tierra estuviera de luto, ajena al trajín que la ocupa y sólo dejándose reparar. Como una víctima en recuperación, deja que la vida siga a su alrededor mientras trata de decidir qué hacer con los trozos que le quedan de sí misma.
Al observar esta mezcla de desolación y reconstrucción se vienen a la mente todas las historias y rumores que flotaron por las redes: las familias que se habían reunido a una comida familiar y que salieron corriendo en grupo para haber perdido a varios de sus miembros en el camino; de gente que salió a trabajar por la mañana y nunca logró regresar ni a la misma casa, ni a la misma familia que dejaron. Tanta tristeza e historias de pérdida y dolor. Estuve muy agradecida por la oportunidad de tener esos cortos momentos de sobriedad elevando oraciones por aquellos a quienes no puedo ayudar y gratitud por la vida, salud y bienestar del que disfrutamos. Seguimos manejando y a través de todo eso y salimos del otro lado donde la luz del sol toca nuevamente las hojas de los árboles. El dolor se dejó atrás, la tierra robusta de vida y gozo, el luto de apenas unos metros atrás aparentemente en el olvido. La vida sigue.
Atravesamos el valle de sombra, persistimos con la mirada en la emoción de lo por venir. ¡Ojalá hubiera sido así de fácil para todos los que atravesaron esa tragedia!
Y luego el pasaje fue a través de los animales.
¡Las jirafas!! Esas jirafas tienen que haber sido lo más épico de nuestra aventura y —muy probablemente— del viaje entero. Desde que vimos que se podía dar de comer a las jirafas habíamos decidido que íbamos a parar. El año pasado habíamos querido hacerlo en el zoológico en Cincinnati pero las colas eran ridículas, así que aquí no íbamos a desaprovechar. Estacionamos el carro y nos bajamos a estirar las piernas. Compramos nuestras ramitas y fuimos a la plataforma. Éramos sólo nosotros y las tres jirafas.
Pero el momento que hizo el día vino cuando quisimos aprovechar para una foto familiar con la jirafa detrás de nosotros.
Tratando de apurarnos a posar
¡Intercepción de la jirafa!
¡Sin duda alguna este es un momento que nunca vamos a olvidar! Y Benny se ganó del derecho de presumir su encuentro cercano con una jirafa. ¡Por supuesto, después de reírnos, rápidamente salimos de allí porque no sabemos nada de jirafas y no había nadie que pudiera decirnos si estaba jugando o enojado!
Terminamos la visita en la piscina. Antes de que empezara a llover nos regresamos a cenar temprano. ¡Fue un día excelente!